viernes, 28 de octubre de 2011

Animales Familiares


 
Si quieres puede ser puro

Pero para mí puro es salvaje

Como el primer día del sol



Ana cose para descocerse, compone para descomponerse a colores.
Antes hizo latente la condición material del vestido, deshilándolo, deshilachándolo, y continuó con su piel y órganos internos.
Una buena/nueva temporada de cosecha, de excavaciones, deja al descubierto otra capa de pintura: bajo la civilización y las buenas maneras subyace la profundidad animal de la tierra. Tal como suena.

Hoy la naturaleza es representada con una frivolidad que espanta. Es un decorado, styling, un look, un recurso estético sin mayor discurso o significado. Como si fuera una fantasía.
A inicios del siglo veinte los futuristas hablaban de las máquinas sin aliento, con el arrobamiento del tesoro descubierto; en nuestros tiempos ¿la representación reiterada del reino animal evidencia un universo antiguo y sublimado, un sueño recurrente?

En las escenas de Ana la fauna encarna, la piel no es animal print. Nos recuerda que somos nosotros, bajo esta construcción residencial y funcional. Cuando aceleras el auto y tocas el claxon, cuando sales de cacería, cuando saciar el hambre o el sueño es lo único, cuando no piensas en nada, y miras al vacío…
y estamos iluminados, cuando nos chupamos los dedos, unos a otros, protegemos con la vida a nuestros hermanos, cuando volamos, amaestramos y depredamos; cuando somos vitales y sencillos, invasión bordada, peluda, de piel desbordada. Si errar es humano, el lado salvaje es nuestra piel más perfecta. Cuando amamos, somos humanos y nos mordemos. Cuando amamos, perdemos el control y nos lamemos.  

Cuando los animales atacan.




Texto escrito para la exposición Animales familiares de Ana Teresa Barboza realizada en la Galería Wu, Barranco en setiembre de 2011.

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